El imperio y sus planes para Cuba
Miguel Angel Ferrari
2004-05-12
Rebelion
Una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial en Europa con la derrota de Alemania, hecho histórico del cual hoy se cumplen exactamente 59 años, se constituyó en la ciudad de Nuremberg el Tribunal Militar Internacional ante el que debieron comparecer los 24 principales funcionarios nazis. Este tribunal no solo juzgó por sus crueldades a estos jerarcas, sino que condenó al fascismo como delito y realizó un importante aporte al derecho internacional al establecer tres tipos de actos ilegales aberrantes.
Los crímenes contra la paz, esto es, los que consistían en la planificación, inicio y desarrollo de la guerra; los crímenes de guerra, es decir, violaciones de las leyes de la guerra, contenidas en la Convención de Viena y reconocidas por los ejércitos de las naciones civilizadas, y los crímenes contra la humanidad, tales como el exterminio de grupos étnicos o religiosos, así como otras atrocidades cometidas contra la población civil de los países ocupados por Alemania durante la guerra.
Curiosamente, estas tres categorías involucran en la actualidad al gobierno de los Estados Unidos. La llamada doctrina de la guerra preventiva implica, precisamente "la planificación, inicio y desarrollo de la guerra", para lo cual Washington recurre -al mejor estilo nazi- a la invención de casus belli (motivos para provocar una guerra), como el de la existencia de armas de destrucción masiva en poder del ex gobierno de Irak. Es más, esta perversa doctrina permite lanzar una agresión militar tan solo ante una presunción de que el país a agredir pueda poner en peligro los intereses de los Estados Unidos. Quitando, de este modo, a Adolf Hitler del libro Guinnes de los récords.
En cuanto a la categoría crímenes de guerra, no nos alcanzarían horas de programa para detallarlos, valga solo detenerse en el trato inhumano, vejatorio de los prisioneros de guerra iraquíes, violatorio de las convenciones de Viena y las más recientes de Ginebra, que hoy ocupan los titulares de la prensa internacional.
En lo referente a los crímenes contra la humanidad debemos decir que, si bien aún el imperio no se ha visto involucrado en acciones declaradas de exterminio de grupos étnicos o religiosos, cuenta con el absoluto respaldo del fundamentalismo religioso de extrema derecha, tanto cristiano como judío, y con el aparato "teórico" de académicos como Samuel Huntington y su "Choque de civilizaciones", peligrosamente dispuestos a facilitar, con sus ideas, actos discriminatorios que fácilmente podrían devenir en delitos masivos de carácter étnico o religioso.
Los crímenes contemplados en este capítulo, en los que el imperio sí se ha visto involucrado reiteradamente a lo largo de las últimas décadas, tienen que ver con las "atrocidades cometidas contra la población civil". Hoy estamos asistiendo a las masacres en las ciudades de Irak, muy especialmente la ciudad de Falluja convertida en ciudad mártir, como la heroica Lídice checa en manos de los nazis. Los 17 mil ciudadanos iraquíes -en su inmensa mayoría civiles- asesinados desde el comienzo de la invasión norteamericana, constituyen una clara muestra de la comisión de este delito condenado en Nuremberg en 1946. Sin contar las bombas atómicas contra las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki; la utilización del napalm y el agente naranja en Vietnam; el apoyo al dictador Saddam Hussein y su guerra química contra Irán, los shiítas y los kurdos; los bombardeos a poblaciones civiles en la ex Yugoslavia y sus cínicos "daños colaterales".
Las razones para sentar en el banquillo de los criminales contra la paz, de los criminales de guerra y de los criminales contra la humanidad, al máximo responsable del gobierno de los Estados Unidos, el presidente George W. Bush y sus colaboradores, particularmente el secretario de Defensa Donald Rumsfeld, son innumerables. Pero como "la historia la escriben los que ganan" como dice la canción, habrá que luchar muy duro para que a estos asesinos se les aplique la justicia internacional. Aunque la condena de los pueblos, que en definitiva es la más contundente porque se aloja en la memoria de cada ser humano y la más movilizadora para seguir luchando, ya les ha sido aplicada.
Estos delincuentes que -hasta el presente- son más fuertes que la justicia internacional, han dado un paso más hacia el crimen, cuyo perfeccionamiento en perjuicio de la humanidad puede alcanzar el infinito, de no mediar la firme y decidida oposición de los partidarios del avance del proceso civilizatorio. El presidente Bush, surgido de un fraude electoral, anunció el jueves pasado, junto a su colaborador Roger Noriega, una serie de medidas destinadas a "favorecer la libertad" en Cuba. De "llevar la democracia". ¡Seguramente estará en sus planes hacerlo del mismo modo que en Irak!
Estas medidas se hallan explicitadas en un documento al que han denominado Informe de la Comisión de Ayuda a una Cuba Libre, que contiene seis capítulos, que ocupan 450 páginas. En este trabajo los fascistas han incluido un sinnúmero de acciones a realizar que - más allá de sus fines electoralistas- constituyen un verdadero manual del intervencionismo más descarado, destinado a demoler la soberanía nacional de un país independiente y con ella el respeto por la soberanía de todas las naciones del mundo, al mejor estilo de las potencias imperiales anteriores a la paz de Westfalia que -en 1648- puso fin a la Guerra de los Treinta Años.
Este libelo elaborado por del Departamento de Estado, incluye acciones subversivas contra la República de Cuba -financiadas con sumas millonarias- que no solo recrudecen el ilegal e inmoral bloqueo que ya lleva casi medio siglo, sino que implican una encubierta agresión militar, puesto que contempla el uso de aeronaves de guerra para realizar tareas de propaganda y de sabotaje a las comunicaciones cubanas; preparando el terreno para provocaciones que puedan implicar futuras acciones militares abiertas contra el hermano país.
Los gobernantes instalados en la Casa Blanca se arrogan el derecho -a la usanza de Hitler- de anunciar sus próximos zarpazos. Los pueblos de América latina y del planeta debemos desnudar su profunda esencia criminal. El temor de estos gobernantes a quedar desnudos ante sus ciudadanos y frente a la condena mundial, todavía es una de las formas de paralizarlos.
2004-05-12
Rebelion
Una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial en Europa con la derrota de Alemania, hecho histórico del cual hoy se cumplen exactamente 59 años, se constituyó en la ciudad de Nuremberg el Tribunal Militar Internacional ante el que debieron comparecer los 24 principales funcionarios nazis. Este tribunal no solo juzgó por sus crueldades a estos jerarcas, sino que condenó al fascismo como delito y realizó un importante aporte al derecho internacional al establecer tres tipos de actos ilegales aberrantes.
Los crímenes contra la paz, esto es, los que consistían en la planificación, inicio y desarrollo de la guerra; los crímenes de guerra, es decir, violaciones de las leyes de la guerra, contenidas en la Convención de Viena y reconocidas por los ejércitos de las naciones civilizadas, y los crímenes contra la humanidad, tales como el exterminio de grupos étnicos o religiosos, así como otras atrocidades cometidas contra la población civil de los países ocupados por Alemania durante la guerra.
Curiosamente, estas tres categorías involucran en la actualidad al gobierno de los Estados Unidos. La llamada doctrina de la guerra preventiva implica, precisamente "la planificación, inicio y desarrollo de la guerra", para lo cual Washington recurre -al mejor estilo nazi- a la invención de casus belli (motivos para provocar una guerra), como el de la existencia de armas de destrucción masiva en poder del ex gobierno de Irak. Es más, esta perversa doctrina permite lanzar una agresión militar tan solo ante una presunción de que el país a agredir pueda poner en peligro los intereses de los Estados Unidos. Quitando, de este modo, a Adolf Hitler del libro Guinnes de los récords.
En cuanto a la categoría crímenes de guerra, no nos alcanzarían horas de programa para detallarlos, valga solo detenerse en el trato inhumano, vejatorio de los prisioneros de guerra iraquíes, violatorio de las convenciones de Viena y las más recientes de Ginebra, que hoy ocupan los titulares de la prensa internacional.
En lo referente a los crímenes contra la humanidad debemos decir que, si bien aún el imperio no se ha visto involucrado en acciones declaradas de exterminio de grupos étnicos o religiosos, cuenta con el absoluto respaldo del fundamentalismo religioso de extrema derecha, tanto cristiano como judío, y con el aparato "teórico" de académicos como Samuel Huntington y su "Choque de civilizaciones", peligrosamente dispuestos a facilitar, con sus ideas, actos discriminatorios que fácilmente podrían devenir en delitos masivos de carácter étnico o religioso.
Los crímenes contemplados en este capítulo, en los que el imperio sí se ha visto involucrado reiteradamente a lo largo de las últimas décadas, tienen que ver con las "atrocidades cometidas contra la población civil". Hoy estamos asistiendo a las masacres en las ciudades de Irak, muy especialmente la ciudad de Falluja convertida en ciudad mártir, como la heroica Lídice checa en manos de los nazis. Los 17 mil ciudadanos iraquíes -en su inmensa mayoría civiles- asesinados desde el comienzo de la invasión norteamericana, constituyen una clara muestra de la comisión de este delito condenado en Nuremberg en 1946. Sin contar las bombas atómicas contra las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki; la utilización del napalm y el agente naranja en Vietnam; el apoyo al dictador Saddam Hussein y su guerra química contra Irán, los shiítas y los kurdos; los bombardeos a poblaciones civiles en la ex Yugoslavia y sus cínicos "daños colaterales".
Las razones para sentar en el banquillo de los criminales contra la paz, de los criminales de guerra y de los criminales contra la humanidad, al máximo responsable del gobierno de los Estados Unidos, el presidente George W. Bush y sus colaboradores, particularmente el secretario de Defensa Donald Rumsfeld, son innumerables. Pero como "la historia la escriben los que ganan" como dice la canción, habrá que luchar muy duro para que a estos asesinos se les aplique la justicia internacional. Aunque la condena de los pueblos, que en definitiva es la más contundente porque se aloja en la memoria de cada ser humano y la más movilizadora para seguir luchando, ya les ha sido aplicada.
Estos delincuentes que -hasta el presente- son más fuertes que la justicia internacional, han dado un paso más hacia el crimen, cuyo perfeccionamiento en perjuicio de la humanidad puede alcanzar el infinito, de no mediar la firme y decidida oposición de los partidarios del avance del proceso civilizatorio. El presidente Bush, surgido de un fraude electoral, anunció el jueves pasado, junto a su colaborador Roger Noriega, una serie de medidas destinadas a "favorecer la libertad" en Cuba. De "llevar la democracia". ¡Seguramente estará en sus planes hacerlo del mismo modo que en Irak!
Estas medidas se hallan explicitadas en un documento al que han denominado Informe de la Comisión de Ayuda a una Cuba Libre, que contiene seis capítulos, que ocupan 450 páginas. En este trabajo los fascistas han incluido un sinnúmero de acciones a realizar que - más allá de sus fines electoralistas- constituyen un verdadero manual del intervencionismo más descarado, destinado a demoler la soberanía nacional de un país independiente y con ella el respeto por la soberanía de todas las naciones del mundo, al mejor estilo de las potencias imperiales anteriores a la paz de Westfalia que -en 1648- puso fin a la Guerra de los Treinta Años.
Este libelo elaborado por del Departamento de Estado, incluye acciones subversivas contra la República de Cuba -financiadas con sumas millonarias- que no solo recrudecen el ilegal e inmoral bloqueo que ya lleva casi medio siglo, sino que implican una encubierta agresión militar, puesto que contempla el uso de aeronaves de guerra para realizar tareas de propaganda y de sabotaje a las comunicaciones cubanas; preparando el terreno para provocaciones que puedan implicar futuras acciones militares abiertas contra el hermano país.
Los gobernantes instalados en la Casa Blanca se arrogan el derecho -a la usanza de Hitler- de anunciar sus próximos zarpazos. Los pueblos de América latina y del planeta debemos desnudar su profunda esencia criminal. El temor de estos gobernantes a quedar desnudos ante sus ciudadanos y frente a la condena mundial, todavía es una de las formas de paralizarlos.
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